Castillo Imperial.- Cuando ponemos el árbol de Navidad en nuestra casa creemos que esa tradición ha de tener miles de años entre nosotros, pero la realidad es que no, que es bastante reciente (tomando en cuenta el tiempo que se lleva conmemorando con la Navidad).
Resulta que el primer arbolito navideño que llegó a nuestro país data de 1864, y en realidad se trató de adornar con ramas rojas un enorme árbol afuera del Castillo de Chapultepec, cosa que maravilló a los capitalinos de la época que asistieron al lugar.
Pocos años antes, la Iglesia Católica había nombrado ese tipo de adornos para estas fechas como “el árbol de Cristo”, oficializando el uso del mismo en los hogares del mundo, pero en América no estaba ni cerca de popularizarse la colocación de un árbol, y solo en algunas partes de Europa se había ido extendiendo.
Así las cosas, la idea de adornar un árbol de “Navidad” en nuestro país fue del emperador Maximiliano de Habsburgo, quien además de esto fue el encargado de prohibir el trabajo infantil, el primero que ordenó una jornada laboral máxima, de construir el Paseo de la Emperatriz (Paseo de la Reforma, para algunos), arreglar el Zócalo, ordenar la restauración de Teotihuacán, entre otras nimiedades.
La tradición se repitió hasta la Navidad de 1866, y una vez que el imperio cayó, la tradición pasó a desuso, y no fue sino hasta 1878 que el general Miguel Negrete adornó en su casa un árbol con heno, ramas y luces, que encantaría a sus invitados y provocaría que se extendiese de una vez por todas dicha tradición que hoy repetimos como pájaros sin saber su significado.
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"Puso en riesgo las relaciones bilaterales con ese país" , espetó el mandatario
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