México.- La escuela no es fácil para nadie… bueno para los que estudian sí, pero ¿quién lo hace cuando es niño? Nadie. Y si tú fuiste de esos vaguillos que nada más estaban viendo cómo sacaban las calificaciones adelante, seguro conocerás este tipo de trucos de la vieja escuela para copiar.
¿Por qué de la vieja escuela? Te preguntarás, y la respuesta es obvia: en este punto de mi existencia ya no sé cómo operen en la escuela, yo dejé las aulas hace muuuuuuucho tiempo, y honestamente no pienso volver más que en pesadillas. Y si pensara en volver, pues obviamente no vería cómo copiar porque el conocimiento es lo más importante.
Ahora si tu reclamo es por qué le enseñas a los niños a copiar cuando puedes enseñarles a pescar, ¿o cómo era? El chiste es que dudo que un niño de hoy pueda utilizar estos métodos, en primera porque seguro me superan en táctica y estrategia, y en segunda porque no hay escuelas ahorita.
Así que vengan, acompáñenme en este contenido que me saqué de la manga para cumplir con mis números de notas. Estos son los trucos para copiar que me sé pero nunca utilicé porque yo aceptaba mis 5 con dignidad, pero sí llegué a verlos más de una vez.
La vieja confiable para pequeñísimas notas escondidas en el envoltorio de esta inocente pero eficaz goma. Y luego se preguntaban ¿por qué mancha tanto mi goma?, bueno pues es que estaba puerca de tu deshonestidad.
Tomas una hoja, escribes lo que viene en el examen, sacas la tinta de la pluma, forras la pluma con ese papel para que la letra dé hacia el exterior. La clave es conservar esta pluma dentro de un estuche y ese estuche colocarlo de manera que puedas alcanzarlo fácil, como si buscaras otro lápiz. Aquí tenías oportunidad de colocar más texto si te esforzabas en hacer la letra chiquita.
De igual forma, con el mismo papel, pegabas las respuestas en la tapa y la ibas subiendo poco a poco.
Ya sea directo en la falda o con un papel pegado correctamente, el dobladillo era una herramienta muy útil para copiar
En una trenza larga, podías meter un pequeño papelillo que se sostenía con la última liga para amarrar el cabello. Te agarrabas el cabello de manera natural y listo.
Lo mismo que con la falda pero en una versión masculina. No hay falla.
Antes de que llegue el maestro, ponías el tremendo choro en letra pequeña justo en el respaldo de la banca de enfrente, de una manera muy discreta, casi como otro más de los grafitis en las bancas rayadas.
Mucho se usó en su momento escribirse “de cabeza” en las piernas e irse levantando la falda conforme ibas haciendo la copiación.
Este era ya el recurso de último momento de los más descarados. Este tipo de persona que de plano hojeaba el cuaderno en el examen entendió desde el día uno que ese maestro estaba más allá que acá.
Lo malo de este truco es que esas malditas reglas se caen y hacen un ruido inmenso. Lo importante es la discresión.
Este de manera personal les puedo decir que se me hace demasiado elaborado y requiere de mucho tiempo de planeación y ejecución para llevarse a cabo, además de que es muy vistoso. Igual si vas a tomarte el tiempo de hacer todo esto, pos ya mejor estudia.
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