¡Cuanta maldad!
Meméxico – Hoy en día las fiestas para niños son cada vez más modernitas, ya casi no hay payasos, ni pasteles con las clásicas figuras culeras, porque obvio si el pastelero hubiera estudiado para dibujar no sería pastelero, daaaah.
Es más, hoy en día los chavitos ya ni piden fiesta, ellos ya solo se conforman con nimiedades como dinero, videojuegos, una educación digna o comer diario, lo que le arruina el momento a todos los que ya andamos chavorruqueando para pedir dulces sin vernos tan desesperados.
En esta ocasión hablaremos del alma de todas las fiestas infantiles: las preciosas piñatas. Estos coloridos objetos marcaban un antes y un después de cualquier fiesta respetable, pues escalaba a todos los niños: desde el meco “que se parece a su papá”, hasta el que evidentemente será bueno para un tiro.
Sin embargo esa maravillosa representación de tu personaje favorito cubierto de papel de china también definía tú fiesta, el poderío económico de tus papás quedaba evidenciado en ese momento y por supuesto la tragedia que envuelve agarrar a palazos algo que en ese momento amas.
Es por ello que te revelaremos el verdadero terror de las piñatas porque no es un niño como todos lo creían:
1. ¿Qué onda con el niño que no le deja de pegar a la piñata aunque ya se haya acabado su tiempo?
2. ¿Ya habías reflexionado que en teoría te estás comiendo las entrañas de tu personaje favorito?
3. Las piñatas de barro deberían ser consideradas un arma
4. No, mamás, no llenen las piñatas con dulces que nadie quiere, de esos que se compran a granel
5. Clásico palazo que siempre da el niño inquieto
6. Ese momento incómodo en el que el morro de la fiesta se pone a llorar porque rompen la piñata
7. ¿Por qué Diosito permite que existan las piñatas deformes?
8. Nunca faltan los niños que se pelean por los dulces
9. ¡No le echen confeti a la piñata prros!
En fin… seguimos pensando que las piñatas son chidas y que debemos fomentar la cultura de tenerlas con mejores dulces, mejores diseños y si no mejor no hacer nada porque puedes condenar a tu bendición a ser el hazme reír de toda la escuela por una fiesta fea.