Jerusalén.- Bien decía aquel proverbio francés que “no cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista puede provenir de cualquier lado“, y es así que el origen de una persona trascendental puede llegar a ser cualquiera, pobre o rico, hombre o mujer, mientras exista el impulso de alcanzar la excelencia.
Esta es la humilde historia de un pastorcito oriundo de la ciudad palestina Belén, quien con sus homólogos se dedican a la actividad del pastoreo, así como a correr apresuradamente para llegar a ver al niño Dios (la Drag Queen más grande del mileno pasado). Este es un ejemplo de la cultura del esfuerzo, justo lo que necesitamos para celebrar estas fechas.
Su nombre es Miguel el pastorcito, y por fin el 2017 fue el año en que cumplió su gran sueño de correr en el maratón navideño de 40 kilómetros sin patrocinio que lo respaldara, solo su conmovedora humildad y él.
Y bueno, sucedió lo inimaginable, con el pan pan pan y con la de de de, con la pandereta y las castañuelas, Miguel comenzó a una competitiva velocidad. Repentinamente, el pastor se tropezó a media vereda, por lo que uno de sus borregos se acercó y reportó que ahí se quedaría.
Sucedió todo lo contrario, ya que este pastorcito demostró todo su valor al levantarse, quitarse los zapatos ya rotos y continuar con la carrera. Finalmente llegó en cuarto lugar de la carrera, sin medalla y sin zapatos, pero con el espíritu navideño de lucha y fuerza intacto.
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CLONADAMENTE CIERTO
ENCHILADAMENTE REAL
DOLOROSAMENTE CIERTO
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